La falta de propósito era lo que hundía a hombres como yo, el no tener por que luchar despierta los instintos más suicidas.
El hombre que se sentía completo con el mismo, ese era el Dios, indestructible, meteórico, capaz de todo, un artista de la existencia con universos infinitos por descubrir, el súper hombre lo llaman algunos autores.
El camino a la elevación es extraño, incluso tiende a parecer ir en el sentido apuesto, está lleno de soledad, está lleno de locura, está lo más alejado posible de aquello que llaman paz.
Siempre se puede dar un paso al costado, cobardes. Siguen queriendo la gran historia y no son capaces de salir de la cama, no están dispuestos al hambre, al frío, menos a sentirse marginados.
Javier