Dios que aquella pelirroja se mueva de esa manera debería ser un completo pecado, la perdición de cualquier hombre, claro no la mía, yo solo la consumí lo suficiente como para irme por la siguiente, en un acuerdo de total clandestinidad, de total silencio, por que para el total del universo somos completos desconocidos, cuando todos quieran llegar a ella, yo, en un movimiento del mejor ajedrecista que pudiese existir, la puse en el lugar y momento exacto. Que mujer.
La luna me sigue observando y riéndose de todas mis hazañas, que parecieran tener cada vez menos sentido a la espera de un gran huracán, a la espera de despertar.
Infielmente tuyo,
Javier