Guantes de box; interesante título para esta publicación.
Desperté abrazado junto a ella sin querer arrancar, fui cordial, no fui un hijo de puta. Insistí en que pidiera lo que quisiera de desayuno. Mientras la acaricio suave entre las sábanas.
Habían pasado demasiados años en que no besaba a alguien con un poco ternura, con deseo. Aquel ritual que debe llevar siglos de acercar los labios con una tensión que separaría átomos.
Se entrometió en una conversación mientras yo tomaba mi primer vaso de cerveza, en mi segunda copa yo ya estaba sentado al lado de ella sin darme cuenta que ya había comenzado un juego de piernas y de manos que resultó espontáneo.
Me pidió que la acompañara al baño y nos besamos.
Sin hacernos preguntas caminamos hacia su departamento , piso 6. Yo ya no recordaba cómo se hacía aquello.
Se tiro en la cama y se quedó dormida. Yo simplemente quite mis zapatos y la abracé.
Perdería la cabeza por una noche más.
Infielmente tuyo,
Javier