Hubo una época,
un tiempo que parece lejano,
pero lo cierto es que no lo es.
Me construí un castillo de oro,
rodeado por un lago y sin ni ningún puente.
En mi castillo de oro,
la fiesta nunca acababa,
la resaca nunca era tan poderosa,
el buen vino llenaba y llenaba las copas
y las putas en su infinito desfile.
En mi castillo de oro,
no veías la luz del día,
siempre eran las 4 de la mañana
y la música siempre podía sonar un poquito más fuerte.
En mi castillo de oro,
se prohibían los padres,
las hermanas, los amigos
y las novias.
En mi castillo de oro
se apilaban los cadaveres
de sueños y esperanzas,
te fusionabas con la ira,
bailabas en el caos.
Que atrapado me quede en mi castillo de oro,
hoy construyo un puente
y pongo estratégicas cargas de dinamita,
para no volver a ese lugar,
ese lugar tan lejano al mar,
al amar.