Y ellas siempre están bien, solo bien. Ahí el problema.
El pasearse entre medio de buses, en medio de la calle, apelando un poco al instinto, apelando un poco a la suerte. Mis amigos todos los borrachines de la esquina, los que engañaron a su familia, los que se esnifaron la plata. Aquellos que aprendieron a caminar sobre el fuego se transformaron en mis grandes héroes.
Y ellas lucen bien, demasiado bien. Eso nunca será suficiente.
El insomnio y las voces, las historias olvidadas, los nombres borrados, la cuenta corriente y el caos.
Ellas lucen bien, cruzan el pasillo en tacones y rompen corazones.
El amor, la fantasía y la familia. La felicidad y la música que no termina.
Las notas de suicidios con temáticas ya olvidadas, remitentes no correspondidos, la tinta en la piel, las mutilaciones, alucinaciones y los días tras las rejas. Pistolas en la cabeza, chichillos que perforarían la vida, el aire, la canción.
Los fantasmas de Chinaski, Kerouac y Burroughs. La brutalidad de Palahniuk. La esquizofrenia temprana, las sogas al cuello, el edificio de 17 pisos, las viga de madera y los suficientes 56 gramos de morfina.
Ellas se perfuman, usan lencería cara y como un imán visitan mi cama,
Mientras para mi es solo otra manera de descubrirlo
La audacia, aquello de jugarse la vida un movimiento de riesgo, lo fugaz y lo eterno.
Que no se apague el espíritu.
Mis mayores tragedias,
Mis grandes libertades
Javier