Tomarías el siguiente vuelo al lugar más remoto que se te venga a la cabeza antes de que nuevamente tengas prohibido salir del país.
Pondrías la música tan fuerte que ya no escucharías las voces, solo te deberías llevar por el instinto, por el rugido de la vida.
Ligero de equipaje, sin ridículas ataduras.
Hacerlo una y otra vez, aún cuando los ojos supliquen descanso, aún cuando la sonrisa no acompañe.
Puedes acabar con todos los viejos hábitos, puedes convivir con todos los fantasmas e incluso invitarlos a pasar de vez en cuando.
Siempre se trató de la aventura