Soñé con demasiadas personas aquella noche, demasiadas escenas incoherentes y desconcertantes.
Pensé por dos segundos en una tal Andrea, me costo recordar cómo se llamaba y todo lo que había pasado en una habitación de Santiago. Ella conducía un auto con más botellas de vino que de cordura, yo terminé robando no solo eso, sino que también parte de su espíritu. Una escena que parecía más un asesinato que dos jóvenes perdiéndose en el alcohol y el sexo.
Quizás debería tatuarme un mensaje de advertencia, un mensaje explícito a no perder la cabeza conmigo, a mantener la distancia, pero lo inevitable suele tomar corta prisa y terquedad.
Agosto sigue extraño,
Infielmente tuyo,
Javier