Pues habíamos perdido cualquier noción de miedo, por que ya habíamos visto la más parte más macabra y ruda de la vida. Habíamos experimentado una y otra vez la separación de nuestros padres, luchas incesantes en tribunales, habíamos presenciado la fragilidad de la vida cada vez que asistíamos a un funeral y nos sentíamos acojonados, dispuestos a todo.
Habíamos perdido a nuestras madres a temprana edad , nos fuimos de casa con una mochila puesta y algunos billetes en el bolsillo.
Tendiamos a desafiar cualquier sentido de autoridad lo que nos costaron noches solitarias, emulando a nuestros mayores héroes, historias de villanos que consumimos en libros como si se tratara de la mejor droga.
Quizás fue eso lo que nos salvó una y otra vez, el entender que la vida debe ser tomada desde lo más profundo de los huevos sin querer pensar tanto en la vejez, sino que dedicarse a vivir bien mientras exista fuego.
Nos sentíamos tan aturdidos con la realidad, que cualquier juego de pirotecnia se volvia atractivo, incluso para mi que era un salvaje.
Infielmente tuyo,
Javier